De la creatividad que da el estar en contacto perenne con la naturaleza, del saber aprovechar lo que da la tierra para transformar pensamientos o sueños en obras humanas, bellas, sencillas, austeras, nobles, transmisoras de lo útil.
De todo ello se nutre este ROMANERO para crear, para regalar parte de su espíritu sensible en sus romanas.
Su habilidad penetra en nuestro tiempo acelerado, con el placer de la obra bien hecha, precisa, acabada con mimo artesano, con manos educadas en el oficio que le enseño su padre Gabriel Jaén Jiménez.